Lunes, 23 Septiembre 2024 15:54
(Última modificación: Lunes, 23 Septiembre 2024 16:00)
Fuente: https://aumsa.es/lalmoina/?lang=es
En 1960, el derribo de la amplia manzana de 2.500 m2 de la antigua Almoina, en el núcleo monumental de Valencia, sobre la que inicialmente se iba a construir la ampliación de la Basílica de la Virgen, puso al descubierto un amplio yacimiento arqueológico que ha resultado ser de gran trascendencia para la ciudad y un inestimable ejemplo urbanístico de la evolución y estratificación de las ciudades europeas fundadas por Roma, desde su origen hasta nuestros días. Valencia es casi la única ciudad europea con su origen fundacional romano accesible.
Su avanzado planteamiento museístico, junto a la calidad y la poética de la intervención arquitectónica, constituye una excelente muestra de museística actual y una interesante referencia para actuaciones futuras.
La originalidad, la adecuación, la transparencia y la poética de la solución arquitectónica adoptada. Una plaza–museo que permite la visión directa del yacimiento subterráneo desde la calle a través del estanque de agua, metáfora de la memoria de las ciudades sumergidas del pasado. Una arquitectura que desaparece para que el yacimiento dialogue con la ciudad actual. La creación de una plaza viva y habitada. Una solución técnicamente compleja, que utiliza, entre otros recursos, pasarelas de cristal para caminar sobre los restos arqueológicos y una delicada cimentación de los pilares de la plaza sobre racimos de micropilotis para respetar al máximo el yacimiento.
En suma, una experiencia envolvente y enriquecedora, en un espacio de gran calidad ganado para la ciudad, con carácter de referencia para actuaciones similares en el ámbito del patrimonio cultural y museístico europeo.
UNA PLAZA PÚBLICA CON «VENTANAS» A LA HISTORIA
La solución arquitectónica a estas premisas ha sido la de construir una plaza parcialmente transparente sobre la ruinas, para hacerlas visibles a los viandantes y fácilmente accesibles desde dos pabellones laterales acristalados.
La estructura arquitectónica que envuelve el conjunto arqueológico –la plaza y los pabellones acristalados–, establece una decidida apuesta por la transparencia y la permeabilidad entre el interior y el exterior.
Parte del suelo de la plaza está acristalado y cubierto de agua, a modo de estanque, para permitir la visión de las ruinas desde el exterior.
Esta opción arquitectónica permite al paseante un contacto directo con las ruinas, que se incorporan así al paisaje urbano y establece con el entorno un diálogo entre las ciudades antiguas y la ciudad actual.
En la plaza, la transparencia hacia los restos se materializa en una lámina de agua sobre las termas romanas de la época republicana, y la traza reticular de su pavimento sigue la orientación Norte-Sur / Este-Oeste de las vías romanas originales, alineadas a partir del cruce del Cardo y el Decumano máximos y descubiertos en el yacimiento.
La distancia entre trazas de la retícula que forma el pavimento ha sido tomada de la separación entre columnas del foro romano imperial descubierto.
La utilización unitaria del material empleado en ella, la piedra caliza, adecuando sus texturas a los monumentos vecinos, establece líneas de continuidad con el entorno y su historia.
La plaza se funde con su entorno y ofrece al paseante ventanas para la contemplación de las ciudades sumergidas del pasado, remansos para el disfrute del Almudín vecino, perspectivas para la comprensión de la Catedral y la basílica colindantes y espacios para el arte.
L’Almoina, configurado como un conjunto de museo-plaza, es un espacio museístico abierto y vivo, superando así el concepto tradicional de “espacio encajado” o “guetto arqueológico” e integrado plenamente en la ciudad y la vida cotidiana de sus habitantes.